25 ejemplos de texto narrativo

Adriana Morales
Adriana Morales
Licenciada en Letras

Los textos narrativos son relatos de hechos reales o ficticios, que ocurren en un tiempo y espacio específicos. Los cuentos, novelas, crónicas o biografías son algunos ejemplos de los diferentes tipos de texto narrativo que hay, como los que a continuación te presentamos.

1. Dónde viven los monstruos (cuento)

La noche que Max se puso su traje de lobo y se dedicó a hacer travesuras de una clase y de otra su madre lo llamó “¡MONSTRUO!”, y Max le contestó “¡TE VOY A COMER!”, y lo mandaron a la cama sin cenar.

Esa misma noche nació un bosque en la habitación de Max y creció y creció hasta que había lianas colgando del techo y las paredes se convirtieron en el mundo entero y apareció un océano con un barco particular para él y Max se marchó navegando a través del día y de la noche entrando y saliendo por las semanas saltándose casi un año hasta llegar a donde viven los monstruos.

Donde viven los monstruos, 1963. Maurice Sendack.

2. El artista del hambre (cuento)

El empresario había fijado cuarenta días como el plazo máximo de ayuno, más allá del cual no le permitía ayunar ni siquiera en las capitales de primer orden. Y no dejaba de tener sus buenas razones para ello. Según le había señalado su experiencia, durante cuarenta días, valiéndose de toda suerte de anuncios que fueran concentrando el interés, podía quizá aguijonearse progresivamente la curiosidad de un pueblo; pero pasado este plazo, el público se negaba a visitarle, disminuía el crédito de que gozaba el artista del hambre. Claro que en este punto podían observarse pequeñas diferencias según las ciudades y las naciones; pero, por regla general, los cuarenta días eran el período de ayuno más dilatado posible. Por esta razón, a los cuarenta días era abierta la puerta de la jaula, ornada con una guirnalda de flores; un público entusiasmado llenaba el anfiteatro; sonaban los acordes de una banda militar; dos médicos entraban en la jaula para medir al ayunador, según normas científicas; y el resultado de la medición se anunciaba a la sala por medio de un altavoz; Por último, dos señoritas, felices de haber sido elegidas para desempeñar aquel papel mediante sorteo, llegaban a la jaula y pretendían sacar de ella al ayunador y hacerle bajar un par de peldaños para conducirle ante una mesilla en la que estaba servida una comidita de enfermo cuidadosamente escogida. Y en este momento, el ayunador siempre se resistía

El artista del hambre, 1924. Franz Kafka.

3. La señorita Cora (cuento)

La enfermera de la tarde se llama la señorita Cora, se lo pregunté a la enfermera chiquita cuando me trajo el almuerzo; me dieron muy poco de comer y de nuevo pastillas verdes y unas gotas con gusto a menta; me parece que esas gotas hacen dormir porque se me caían las revistas de la mano y de golpe estaba soñando con el colegio y que íbamos a un picnic con las chicas del normal como el año pasado y bailábamos a la orilla de la pileta, era muy divertido. Me desperté a eso de las cuatro y media y empecé a pensar en la operación, no que tenga miedo, el doctor De Luisi dijo que no es nada, pero debe ser raro la anestesia y que te corten cuando estás dormido, el Cacho decía que lo peor es despertarse, que duele mucho y por ahí vomitás y tenés fiebre.

“La señorita Cora”, Todos los fuegos el fuego, 1966. Julio Cortázar

4. Corazón delator (cuento)

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás… pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Corazón delator, 1843. Edgar Allan Poe

5. Macario (cuento)

Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero yo me los he comido también, aunque no se coman, y saben igual que las ranas. Felipa es la que dice que es malo comer sapos. Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos. Ella es la que me da de comer en la cocina cada vez que me toca comer. Ella no quiere que yo perjudique a las ranas. Pero a todo esto, es mi madrina la que me manda a hacer las cosas... Yo quiero más a Felipa que a mi madrina.

“Macario”, El llano en llamas, 1953. Juan Rulfo

6. La caimana (cuento)

Faoro decidió tener a Negro junto a él cuando trabajaba. Y, como suele suceder en las ciudades pequeñas, la voz de que el joven joyero había adoptado un caimán y lo tenía en la joyería fue pasando como el viento, de casa en casa. Cada día iban más y más personas, incluso de otras ciudades y pueblos cercanos. Traían relojes descompuestos, pulseras para grabar el nombre, anillos para hacerlos más pequeños, collares rotos… Eran tantos, que tenían que hacer cola en la calle mientras esperaban su turno. Todos querían ver y tocar al pequeño caimán.

La caimana, 2019 María Eugenia Manrique

7. Caperucita Roja (cuento)

Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntola a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:

—Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre. —¿Vive muy lejos? —Preguntole el lobo.

—Sí, —contestole Caperucita roja— a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea. —Pues entonces, añadió el lobo, yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes.

“Caperucita Roja”, Cuentos de mamá Ganso, 1697. Charles Perrault

8. Bruja (cuento)

Deja caer las agujas sobre el regazo. La mecedora se mueve imperceptiblemente.

Paula tiene una de esas extrañas impresiones que la acometen de tiempo en tiempo; la necesidad imperiosa de aprehender todo lo que sus sentidos puedan alcanzar en el instante. Trata de ordenar sus inmediatas intuiciones, identificarlas y hacerlas conocimiento: movimiento de la mecedora, dolor en el pie izquierdo, picazón en la raíz del cabello, gusto a canela, canto del canario flauta, luz violeta en la ventana, sombras moradas a ambos lados de la pieza, olor a viejo, a lana, a paquetes de cartas.

“Bruja”, La otra orilla, 1994. Julio Cortázar

9. El túnel (novela)

Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a escribir la historia de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar mi crimen) y, sobre todo, a buscar un editor. Conozco bastante bien el alma humana para prever que pensarán en la vanidad. Piensen lo que quieran: me importa un bledo; hace rato que que me importan un bledo la opinión y la justicia de los hombres. Supongan, pues, que publico esta historia por vanidad. Al final de cuentas estoy hecho de carne, huesos, pelo y uñas como cualquier otro hombre y me parecería muy injusto que exigiesen de mí, precisamente de mí, cualidades especiales; uno se cree a veces superhombre, hasta que advierte que también es mezquino, sucio y pérfido.

El túnel, 1948. Ernesto Sábato

10. El principito (novela corta)

“Viví así, solo, sin alguien con quien poder hablar verdaderamente, hasta hace seis años cuando tuve una avería en el Sahara. Algo se había estropeado en el motor de mi avión. Como viajaba sin mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar yo sólo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte pues apenas tenía agua pura como para ocho días La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una vocecita que decía:

–¡Por favor... píntame un cordero!

–¿Eh?

–¡Píntame un cordero!”

El principito, 1943. Antoine de Saint-Exupéry

11. La metamorfosis (novela)

Cuando pensaba en todo esto a toda prisa, sin poder decidirse a dejar la cama —en aquel momento el despertador daba las siete menos cuarto—, se oyó llamar cautelosamente a la puerta, a la cabecera de su cama.

—Gregor —se oyó; era su madre—, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a irte?

¡Esa voz tan suave!… Gregor se asustó al oír la suya que contestaba, que indudablemente era la misma de antes, pero en la que se mezclaba, como desde abajo, un irreprimible y doloroso silbar, que solo al principio dejaba oír claramente las palabras, para destrozarlas después de tal forma que no se sabía si se había oído bien. Gregor hubiera querido contestar por extenso y explicarlo todo, pero en tales circunstancias se limitó a decir:

—Sí, sí, gracias, madre. Ya me levanto

La metamorfosis, 1915. Franz Kafka

12. El amor en los tiempos de cólera (novela)

Su buen juicio llamó la atención del telegrafista, el emigrado alemán Lotario Thugut, que además tocaba el órgano en las ceremonias mayores de la catedral y daba clases de música a domicilio. Lotario Thugut le enseñó el código Morse y el manejo del sistema telegráfico, y bastaron las primeras lecciones de violín para que Florentino Ariza siguiera tocándolo de oído como un profesional.

El amor en los tiempos de cólera, 1985. Gabriel Gracía Márquez

13. Charlie y la fábrica de chocolate (novela infantil)

Charlie entró corriendo por la puerta delantera, gritando:—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! La señora Bucket estaba en la habitación de los abuelos, sirviéndoles la sopa de la cena. —¡Mamá! —gritó Charlie, entrando como una tromba— ¡Mira! ¡Lo tengo! ¡Mira, mamá, mira! ¡El último Billete Dorado! ¡Es mío! ¡Encontré una moneda en la calle y compré dos chocolatinas y la segunda tenía el Billete Dorado y había montones de gente a mi alrededor que querían verlo y el tendero me rescató y he venido corriendo a casa y aquí estoy! ¡ES EL QUINTO BILLETE DORADO, MAMA, Y YO LO HE ENCONTRADO!

La señora Bucket se quedó muda, mirándole, y los cuatro abuelos, que estaban sentados en la cama balanceando sendos cuencos de sopa sobre sus rodillas, dejaron caer de golpe sus cucharas y se quedaron inmóviles contra las almohadas. Durante diez segundos aproximadamente reinó un absoluto silencio en la habitación. Nadie se atrevía a moverse o a hablar. Fue un momento mágico.

Charlie y la fábrica de chocolate, 1964. Roald Dahl

14. Los detectives salvajes (novela)

9 de noviembre

He decido volver al Encrucijada Veracruzana, no porque espere encontrar a los reales visceralistas sino por ver una vez más a Rosario. Le he escrito unos versitos. Hablo de sus ojos y del interminable horizonte mexicano, de las iglesias abandonadas y de los espejimos de los caminos que conducen a la frontera. No sé por qué, creo que Rosario es de Veracruz o de Tabasco, incluso puede que de Yucatán. Acaso lo mencionó ella. Puede que sólo sea imaginación mía. Tal vez la confusión esté propiciada por el nombre bar y Rosario no sea no veracruzana ni yucateca sino del DF. En todo caso, he creído que unos versos que evoquen tierras diametralmente distintas de las suyas (en el supuesto de que sea veracruzana, algo de lo que estoy cada vez más dudoso) resultarán más prometedores, al menos en lo que a mis intensiones respecta. Después pasará lo que tenga que pasar.

Los detectives salvajes, 1998. Roberto Bolaño

15. El corazón de las tinieblas (novela)

Pero Marlow no era un típico hombre de mar (si se exceptúa su afición a relatar historias), y para él la importancia de un relato no estaba dentro de la nuez sino afuera, envolviendo la anécdota de la misma manera que el resplandor circunda la luz, a semejanza de uno de esos halos neblinosos que a veces se hacen visibles por la iluminación espectral de la claridad de la luna.

A nadie pareció sorprender su comentario. Era típico de Marlow. Se aceptó en silencio; nadie se tomó ni siquiera la molestia de refunfuñar. Después dijo, muy lentamente: —Estaba pensando en épocas remotas, cuando llegaron por primera vez los romanos a estos lugares, hace diecinueve siglos... el otro día... La luz iluminó este río a partir de entonces.

El corazón de las tinieblas, 1902. Joseph Conrad

16. La fiesta del chivo (novela)

¿Has hecho bien en volver? Te arrepentirás, Urania. Desperdiciar una semana de vacaciones, tú que nunca tenías tiempo para conocer tantas ciudades, regiones, países que te hubiera gustado ver -las cordilleras y los lagos nevados de Alaska, por ejemplo retornando a la islita que juraste no volver a pisar. ¿Síntoma de decadencia? ¿Sentimentalismo otoñal? Curiosidad, nada más. Probarte que puedes caminar por las calles de esta ciudad que ya no es tuya, recorrer este país ajeno, sin que ello te provoque tristeza, nostalgia, odio, amargura, rabia. ¿O has venido a enfrentar a la ruina que es tu padre? A averiguar qué impresión te hace verlo, después de tantos años.

La fiesta del chivo, 2000. Mari Vargas Llosa

17. Leyenda de Kuartam (leyenda)

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en el interior de la selva de Ecuador, vivía un sapo que, cuando se enojaba, se transformaba en tigre y atacaba a todo aquel que lo molestara. En las noches hay quienes lo escuchan cantar “¡Kuartam - tan! ¡Kuartam - tan! ¡Kuartam - tan!”.

Nantu, un joven indígena, salió una noche a cazar. Su esposa le había advertido que por favor no molestara al sapo Kuartam, pero prestó poca atención a la advertencia.

Estando en medio de la selva y sin haber cazado nada, Nantu tuvo la idea de llamar al sapo Kuartam para comprobar su existencia y temeridad. Lo llamó y se burló de él varias veces, hasta que el sapo Kuartam apareció en forma de tigre y se lo comió de un bocado feroz.

Al día siguiente, cuando la esposa de Nantu notó que él no había vuelto, y salió rápido a buscarlo en la selva siguiendo sus huellas. De repente, estas desaparecieron y no supo qué dirección tomar. Pero, en el silencio escuchó un resoplido que venía de las alturas. Cuando la joven subió la mirada vio un sapo gigantesco y panza arriba.

Fue entonces cuando pensó que esa era Kuartam y que seguro se había comido a Nantu. La joven, valiente, tomó su hacha y tumbó la rama donde dormía el sapo. La caída fue tal, que Nantu salió disparado de la boca del sapo y se salvó, y Kuartam volvió a su diminuto tamaño.

Leyenda ecuatoriana.

18. Mito de Pangu (mito)

Al principio no existía nada en el universo, salvo el caos y una masa negra que no contenía nada. Pero todo esto comenzó a fusionarse y tomó la forma de un huevo durante 18.000 años. Dentro de este huevo estaba Pangu, quien se despertó de un largo sueño y con su hacha lo rompió para salir. Así equilibró los principios opuestos del ying y del yang.

Pangu utilizó el ying, para crear la tierra, y el yang para crear el cielo, y estuvo durante otros 18.000 años en medio como un pilar, para poder mantenerlos separados. Fue así como la tierra se tornó más gruesa y el cielo más grande.

Cuando Pangu murió, su respiración se formó en viento, su voz en trueno, sus ojos en la luna y el sol, su sangre en agua, sus extremidades en montañas, sus venas en tierras fértiles, sus pelos en bosques y los vellos de su rostro en las estrellas y la vía láctea, su médula en jades y perlas, su sudor en lluvia, y sus huesos en minerales.

Mito chino.

19. Eneida (poesía épica)

Todos callaron y en tensión mantenían la mirada;

luego el padre Eneas así comenzó desde su alto lecho:

“Un dolor, reina, me mandas renovar innombrable,

cómo las riquezas troyanas y el mísero reino

destruyeron los dánaos, y tragedias que yo mismo he visto

y de las que fui parte importante. ¿Quien eso narrando

de los mirmídones o dólopes o del cruel Ulises soldado

contendría las lágrimas? Y ya la húmeda noche del cielo

baja y al caer las estrellas invitan al sueño…”

Eneida, siglo I a.C. Virgilio

20. La Divina Comedia (poesía épica)

De la gloria de Aquél que todo mueve

lleno está el universo, donde esplende

en una parte más, y en otras leve.

En el cielo, en que su luz enciende,

estuve, y cosas vi que relatarse,

no sabe o puede quien de allá desciende;

porque nuestro intelecto, al acercarse

a sus deseos, profundiza tanto,

que la memoria atrás no puede alzarse.

“Paraíso”, La Divina Comedia, 1321. Dante Alighieri

21. Los lusiadas (poesía épica)

Callen del sabio Griego, y del Toyano,

Los grandes viajes, conque el mar corrieron;

No diga de Alejandro y de Trajano

La fama las victorias que obtuvieron;

Y, pues yo canto el pecho Lusitano,

A quien Neptuno y Marte obedecieron,

Ceda cuanto la Musa antigua canta,

A valor que más alto se levanta.

Los lusiadas, 1572. Luís de Camões

22. Crónica de una excursión (crónica)

El día sábado, a las 8 de la mañana, salí de excursión junto a mi familia. Fuimos al Parque Nacional del Veladero en la bahía de Acapulco.

Llegamos al Parque a las 9 de la mañana, nos recibieron con un desayuno de bienvenida y nos dieron unos distintivos con nuestros nombres. Después de comer, los guías se presentaron y nos organizaron en grupos de 12 personas.

A las 10 de la mañana comenzó nuestra ruta a pie. A lo largo del recorrido, pudimos apreciar la variedad de flora y fauna del Parque. Los petroglifos milenarios que vimos fue lo que más me impresionó, en especial porque describen algunas de las formas de vida de las primeras personas que habitaron esas tierras.

A las 15 de la tarde, pudimos nadar en una de las fuentes de agua dulce. El agua era fresca y transparente. Nuestro grupo de excursionistas fue muy agradable y compartimos buenos momentos.

Para finalizar, ya cerca de las 18 horas, retomamos el camino de regreso a la recepción del Parque, donde nos esperaban para cenar. Luego, tomamos el camino de regreso a casa.

Crónica de una excursión (Adriana Morales)

23. Arqueólogos descubren más de 100 cráneos en sitio azteca en Ciudad de México (reportaje)

Los arqueólogos han descubierto una nueva sección de una famosa torre azteca de cráneos en la Ciudad de México.

La estructura, llamada Huei Tzompantli, fue descubierta por primera vez hace cinco años por arqueólogos del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del Instituto Nacional de Antropología e Historia del Gobierno de México (INAH).

Ahora, los arqueólogos dijeron que han encontrado 119 cráneos humanos adicionales en el lado este de la torre, según un comunicado del INAH. Se cree que es una de las siete colecciones de cráneos que se encontraban en la capital azteca, Tenochtitlán.

Un total de 484 cráneos habían sido previamente identificados en el sitio, que según los arqueólogos datan de al menos un período entre 1486 y 1502.

La nueva pared descubierta está compuesta por cráneos de hombres, mujeres y niños que probablemente fueron asesinados durante los sacrificios rituales a los dioses, según el comunicado. Se descubrieron al menos tres cráneos de niños, que fueron identificados por su constitución más pequeña y sus dientes en desarrollo.

El sitio también indica que la construcción de las torres fue parte de las «prácticas culturales y de identidad» de los aztecas, según el comunicado del INAH.

«Aunque no podemos decir cuántos de estos individuos eran guerreros, tal vez algunos fueron cautivos destinados a ceremonias de sacrificio», dijo a Reuters el arqueólogo Raúl Barrera. «Sabemos que todos se hicieron sagrados. Convertidos en regalos para los dioses o incluso en personificaciones de las deidades mismas».

Hollie Silverman, 14 de diciembre, 2020. CNN en Español

24. Steve Jobs (biografía)

Cada día, después del trabajo, Wozniak se iba a casa para disfrutar de una cena precocinada que calentaba en el horno, y después regresaba a Hewlett-Packard para su segundo trabajo con el ordenador. Extendía las piezas por su cubículo, decidía dónde debían ir colocadas y las soldaba a la placa base. A continuación comenzó a escribir el software que debía conseguir que el microprocesador mostrara imágenes en la pantalla. Como no podía permitirse utilizar un ordenador para codificarlo, escribió todo el código a mano. Tras un par de meses, estaba listo para ponerlo a prueba.“¡Pulsé unas pocas teclas del teclado y quedé impresionado! Las letras iban apareciendo en la pantalla”. Era el domingo 29 de junio de 1975, un hito en la historia de los ordenadores personales. “Aquella era la primera vez en la historia - declaró Wozniak posteriormente- en que alguien pulsaba una letra de un teclado y la veía aparecer justo enfrente, en su pantalla”.

Steve Jobs, 2011. Walter Isaacson. (El Apple I. Enciende, arranca, desconecta…)

25. El diario de Ana Frank (autobiografía)

Sábado 22 de enero de 1944 Querida Kitty:

¿Podrías decirme por qué la gente oculta con tanto temor sus verdaderos sentimientos? ¿Cómo es posible que en compañía de los demás yo sea totalmente diferente a lo que debería ser? ¿Por qué desconfían unos de otros? Debe de haber una razón, no lo dudo, pero cuando noto que nadie, ni siquiera los míos, responden a mi deseo de confianza, me siento desdichada.

El diario de Ana Frank, 1947. Ana Frank

Vea también Texto narrativo y 15 tipos de textos

Cómo citar: Morales, Adriana (s.f.). "25 ejemplos de texto narrativo". En: Diccionariodedudas.com. Disponible en: https://www.diccionariodedudas.com/ejemplos-de-texto-narrativo/ Consultado:
Adriana Morales
Licenciada en letras de la Universidad Central de Venezuela (2008), con Maestría en Gestión y Políticas Culturales (2016) y diplomado de Edición de libros (2011).